GRIPE, MENTIRAS Y JUEGOS DE VIDEO
24.000 personas mueren diariamente de hambre, 3.000 de malaria, 3.500 de tuberculosis, algunas centenares de dengue. Estos son los números de las verdaderas epidemias, pandemias o como se quieran llamar a lo que rodean nuestras vidas y las hacen más inestables.
Hambre en Sudán. Septiembre de 1998. Fotos de Gervasio Sánchez
Si buscamos datos de estos desastres que asuelan este mundo injusto en que vivimos podemos quedarnos de piedra: hay poca información porque estas verdaderas epidemias no venden diarios ni inciden en la atención radiofónica de los oyentes ni en la mirada compasiva de los televidentes. No nos preocupan porque no nos afectan.
Salvo excepciones la gripe porcina ha provocado un regusto por el sensacionalismo en todos los medios de comunicación. La alerta sanitaria, lógica al producirse en un país tan deficiente desde el punto de vista médico como México, ha sido reconvertida en una amenaza galáctica como si el mundo estuviese a punto de enfrentarse a un virus mutante capaz de convertirnos a todos en primos de los cinematográficos Lobezno y los X men.
Enferma de ébola en la Republica Democrática del Congo mayo de 1995 Foto de Gervasio Sánchez
El circo mediático ha cruzado una vez más la línea del pudor y ha vomitado en los principios básicos del periodismo. En vez de utilizar una vara de medir lógica, la prensa ha jugado a provocar la histeria colectiva. Todo con tal de vender papel, aunque fuese pura basura, mentiras radiofónicas o videos adulterados. Todo con tal de desviar la atención de problemas más graves que nos afectan.
Cada uno de los supuestos muertos por el virus de moda ha tenido más espacio mediático que decenas de miles de muertos por virus antiguos o enfermedades que deberían estar erradicadas si nuestras autoridades políticas o sanitarias tuviesen una pizca de vergüenza. O si nosotros tuviésemos la decencia de protestar por los verdaderos virus de destrucción masiva.
El virus más cansino de la historia ya que parece que sólo le gusta viajar en avión, “sin voluntad asesina”, tal como lo ha definido algún epidemiólogo, ha sido presentado como un criminal en serie dispuesto a matar a un ritmo de película de terror de serie B.
Casi todos los informativos de televisión o de radio o casi todas las crónicas escritas han destacado con ambigüedad calculada cifras adulteradas, casos personales que carecían de interés médico y han escondido las llamadas a la calma de los especialistas más sensatos.
Algunas crónicas parecían copiadas de mediocres novelas de ciencia ficción. Otras empezaban por la anécdota y el verdadero lead, la sensata idea de que estamos ante un globo hinchado mediático e irresponsable, aparecía perdido o sepultado bajo paladas de verborrea.
El virus le ha venido de perlas al gobierno de nuestra nación. De repente el desastre económico del último año se ha volatilizado. La semana en que se anunció el derrumbe histórico de nuestro producto interior bruto, con cifras de parados que nos permite regresar a la cola de Europa, se ha superado con un simulacro interpretado por el virus menos letal de la historia.
A la oposición tampoco le ha disgustado el entretenimiento. Sus crisis internas y sus corruptelas han quedado aparcadas hasta mejores tiempos. En vez de asumir unos previsibles costes políticos se han dedicado a desempolvar la artillería de cara a las elecciones europeas. Otra vez asistiremos al bochornoso espectáculo al que gobierno y oposición nos tienen acostumbrados desde hace varios años cada vez que se acerca una cita electoral.
Niño afgano afectado por malnutrición severa Kabul (Afganistán), agosto de 1996 Foto de Gervasio Sánchez
Más de ocho millones de personas mueren al año de hambre, un millón y medio de malaria y una cantidad parecida de tuberculosis. 900 millones de seres humanos sufren hambre extrema, más de 52 millones en América Latina.
Y como explica el diario Público en su edición del sábado 300.000 personas mueren al año por enfermedades o virus que “no generan alarma”. Por ejemplo, 70.000 de Leishmaniasis, 50.000 de Cisticercosis, 55.000 de Rabia.
Niños ruandeses afectados por el cólera. Goma (República Democrática del Congo), julio de 1994 Foto de Gervasio Sánchez
Y además las variantes de la gripe causan 3.000 muertos anuales en España.
¿Por qué todos estos muertos no tienen derecho a su minuto de gloria? Porque han fallecido fuera de la hora punta de los informativos y en lugares alejados de nuestras vidas y nuestras conciencias.
También me gustaría reproducir su discurso al recibir el Premio Ortega y Gasset de Fotografía 2008 :
"Estimados miembros del jurado, señoras y señores:
Es para mí un gran honor recibir el Premio Ortega y Gasset de Fotografía convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos iniciáticas de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de Sarajevo.
Es un gran honor porque varios de mis mejores amigos a los que respeto profesionalmente pertenecen a la plantilla de este diario. Queridos Ramón Lobo, Guillermo Altares, Miguel Ángel Villena, Jorge Marirrodriga, Francesc Relea, Miguel Gener, Alberto Ferreras, Gorka Lejarcegui, incluso tú querido Alfonso Armada, a los que he nombrado y a los que tengo en mi mente, a todos vosotros que me apoyasteis en los momentos más duros os dedico este premio de todo corazón.
Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.
No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años y permitir que el proyecto Vidas Minadas al que pertenece la fotografía premiada tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.
Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.
Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad.
Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.
Muchas gracias
GERVASIO SÁNCHEZ"
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