lunes, 4 de mayo de 2009

El robo

Desde hace unos días estoy trabajando de camarera en una terraza cercana a la Plaza Mayor de Madrid. En la entrevista el empresario me dijo que cobraría según convenio, que en mi contrato pondría 20 horas semanales pero que haría 4 horas y media diarias, seis días a la semana. Deduje que esas horas de más contabilizarían como horas extras y que me las pagaría en negro. Después me ofreció pasar a un contrato de 40 horas semanales pero de 9 horas y media reales más el cierre, que tampoco se paga como hora extra. Dije que sí pensando que buscaría el convenio y me informaría de mis derechos. Hoy he encontrado el convenio de hostelería y este hombre está incumpliendo varias cosas: 

- Nos está robando 2 horas diarias de trabajo. 
- No tenemos dos días festivos a la semana, tan solo uno. 
- El cierre suele ocuparnos 45 minutos que tampoco nos paga como hora extra. 
- Nos dice que podemos comer lo que queramos pero no tenemos descanso para hacerlo, con lo cual sólo podemos picar algo y quedarnos con hambre. 

Por la tarde, he firmado los contratos y le he comentado estos aspectos y su respuesta ha sido: una cosa es lo que marca la ley y otra el acuerdo al que hemos llegado tu y yo. Yo no te mentí en las condiciones, tu las aceptaste. Yo he dicho, no, yo entendí que esas horas extras las pagarías, aunque fuera en negro (y tampoco debería ser así, pero bueno, en eso cedí), no que ya iban incluidas en el sueldo. 

Por la noche ha ocurrido un "incidente" digno de mención relacionado con todo esto. Unos clientes franceses se han pedido dos raciones de jamón ibérico y queso manchego y tres botellas de vino rosado, con los consiguientes efectos etílicos en los dos turistas. A la hora de pagar su tarjeta de crédito no nos funcionaba y se quedaron hablando en la mesa un rato más. Me di la vuelta para tomar nota de la comanda de otra mesa y ellos aprovecharon para salir corriendo sin pagar. Tuve que correr tras ellos pero no les encontré. Salió mi jefe hecho una fiera y finalmente apareció con ellos y con seis policías locales custodiándoles. Finalmente, pagaron y a mi jefe no se le ocurre otra cosa que decir: "yo no estoy aquí todo el día para que me roben 50 euros unos niñatos". Yo pensé: "nosotros tampoco estamos aquí para que tú nos robes, y van más de 50 euros ya. ¿Qué pasaría si le digo al policía que nos debes dinero a todos los camareros? ¿También te obligarían a pagarnos en el momento como han hecho con esos turistas borrachos? No. La diferencia es que ellos no nos dijeron que nos iban a robar antes de hacerlo y tu sin embargo en la misma entrevista ya me dijiste que me ibas a robar esas dos horas diarias". 

No es lo mismo un plato de jamón ibérico con queso que un salario. De uno se puede prescindir, del otro no. Y hay una cosa que se llama negociación colectiva entre la patronal y los sindicatos y ya bastante cutre es el convenio de hostelería como para encima empeorarlo aún más. Entre mi jefe y yo no ha habido un pacto libre, efectivamente, nadie me ha puesto una pistola en la cabeza y me ha obligado a ir a trabajar a ese sitio pero he echado curriculums en muchos lugares y tan sólo me llamaron de este. Y pagar el alquiler y la comida no es una opción. Así que he decidido enseñarle el convenio mañana y decirle que no quiero seguir en esas condiciones, que o me paga todas las horas a su debido precio o me paga todas las horas a su debido precio. O qué pasa, que del convenio pilla y deja lo que más le gusta, el salario lo dejo como en el convenio pero las horas pongo las que me da la gana. Además, trabajar 9 horas y media más el cierre es mortal  y debería contratar a una cuarta persona más. Pero qué jeta tiene el pequeño empresario españolito. Y lo peor de todo es que esta falta de justicia y reparto del trabajo nos lleva al desastre más absoluto. Qué diferentes fueron las cosas en otros tiempos donde existía esa conciencia de clase que ponía freno a este tipo de tropelías. Eso me recuerda al libro que estoy leyendo actualmente "Colectivizaciones. La obra constructiva de la revolución española" de A. Souchy y P. Folgare. En el libro se puede ver como la lógica y la racionalidad aplicadas al reparto de la riqueza y el trabajo llevan al buen funcionamiento de la sociedad y a satisfacer las necesidades de la población. Además está lleno de documentos originales, análisis económicos, estatutos, salarios pagados, horarios y explica cómo se organizaron los trabajadores para mejorar la producción, aumentar salarios, hacer desaparecer el paro obrero y reinvertir lo que antes se llevaban los capitalistas en nueva maquinaria. Un libro que debería ser imprescindible en cualquier clase de historia contemporánea porque parece mentira que nadie conozca lo que fueron capaces de hacer los trabajadores de Cataluña y de muchas otras partes de España del 36 al 39. Tenemos mucho que aprender.